Misericordiosos como el Padre. Comentario sobre el logo del Jubileo de la Misericordia

El anuncio del Jubileo

El 13 de marzo de 2015, el Papa Francisco anuncia la convocatoria del Jubileo extraordinario de la misericordia, que debía iniciarse en la festividad de la Inmaculada Concepción del mismo año y finalizar en el domingo de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo. Se publica la Bula de Indicción del Jubileo de la Misericordia, la Misericordiae Vultus y poco a poco se van dando a conocer los diferentes aspectos y novedades ligados a este importante acontecimiento eclesial. Uno de ellos es la publicitación de un logo, que estará presente en los carteles, publicaciones, páginas web y los medios de comunicación en general y que de alguna manera será la imagen del Jubileo.

¿Qué es un logo?

Un logo o logotipo es definido en el Diccionario de la Real Academia como un «símbolo gráfico peculiar de una empresa, conmemoración, marca o producto». Se trata de un elemento gráfico, que puede consistir en letras o siglas que identifiquen un producto o una institución, o puede tener una imagen (o la combinación de ambas cosas). Lo importante del logotipo es su significación simbólica. A través de un dibujo o un grafismo, la persona que lo ve identifica a qué se refiere, además de transmitir un mensaje acerca de lo que se publicita.

El uso de logotipos se encuentra muy vinculado a la realidad mercantilizada de hoy, a la publicidad, al consumismo y a la comunicación de masas. Lo cual no quiere decir que carezca en algunos casos de valor artístico y que pueda considerarse una obra de arte.[1] En todo caso, esa servidumbre del logo a favor de la difusión de una marca, producto o acontecimiento le obliga a seguir una pautas mínimas para su garantizar su eficacia. Entre otras, el logo debe ser simple, fácilmente reproducible e identificable, adaptable a los medios de difusión (carteles, vallas, internet, etc.), y por supuesto con una gran carga simbólica, pues debe transmitir fielmente un mensaje.[2]

De alguna manera, el logo debe enganchar al observador, y debe hacerlo de forma diferente a como se haría en una obra pictórica convencional. El que se deleita con la pintura, va y busca obras en los museos, en las galerías de arte o en las iglesias. De alguna manera, es una expresión artística que tiene sus espectadores, un público potencial que sale a la caza de esas obras. En el caso del logo, es el autor o el promotor del mismo el que sala a «cazar» a sus observadores, que potencialmente son todos. El logo no ha sido destinado al público conocedor y entendido, sino a todo el mundo, a los que ya conocen aquello que representa y a aquellos que lo desconocen completamente.

Otro aspecto importante del logotipo es su carácter efímero. No ocurre así en todos los casos, pues hay logos que perduran en el tiempo. Pensemos en el logo de una conocida marca de refresco de cola, por ejemplo. Sin embargo, en muchos casos no es así, sobre todo cuando se trata de un logo referido a un acontecimiento concreto, como unos Juegos Olímpicos o un mundial de fútbol. Un carácter efímero que podemos ligar a esa figura de la “cultura del descarte” de la que suele hablarnos el Papa Francisco,[3] pues suelen ser miles los productos de merchandising que se producen y venden con el logo de estos acontecimientos y que, con el paso del tiempo, pasan al olvido y a la basura.

Paradójicamente, este carácter potencialmente efímero del logo –que parece entrar en conflicto con la idea de una obra de arte, que pretende siempre perdurar por siglos y siglos– se adecua a la publicitación de un acontecimiento cuyo mensaje, sin embargo, tiene un carácter casi intemporal. Es decir, se hace uso de una expresión moderna pero efímera y, en cierto modo, incluso frívola, para presentar uno de los mensajes centrales del cristianismo. Lo eterno se funde en lo mundano, en lo pasajero, impregnándolo profundamente. Puede incluso parecernos irreverente, pero ¿acaso esa divinización de lo finito no está en la raíz del misterio de la encarnación?

El autor

La Modernidad reivindicó hace siglos el trabajo del artista, del maestro. Todos reconocemos la obra de Miguel Ángel, de Botticelli, de Leonardo, aunque nada sabemos de la identidad de los que pintaron los grandes frescos del románico aragonés o castellano, por ejemplo. Curiosamente, los logotipos suelen padecer de este anonimato y solemos desconocer a sus autores. Pero no es este el caso: el autor es conocido y se dio a conocer de forma inmediata. No es un artista cualquiera sino uno de los más reputados exponentes del arte sacro actual, el jesuita Marko Ivan Rupnik.[4]

El nombre de Rupnik se encuentra ligado de forma casi indisoluble con el Centro de Estudios e Investigaciones Ezio Aletti, un taller de arte vinculado al Pontificio Instituto Oriental y que tiene como objetivo, según reza en su propia página web, superar «el gran divorcio entre Oriente y Occidente (…)  [y buscar] una fisonomía espiritual cristiana de la cultura en una Europa que tiene hoy la posibilidad de redescubrirse de nuevo íntegra».[5] Como taller de arte, su medio de expresión y creación descansa en las tradiciones litúrgicas de Oriente y Occidente y se concreta en los mosaicos que han creado en numerosos templos. Podemos darnos cuenta de la envergadura del personaje tan solo citando algunas de sus obras más conocidas, como son los mosaicos de la catedral de la Almudena de Madrid, la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano o los realizados en los santuarios de Lourdes y Fátima.

Fue a él a quien se le encarga la elaboración del logo del Jubileo de la Misericordia, una elección a la que no debió ser ajena esa capacidad de aunar dos tradiciones artísticas ancestrales en el arte cristiano, la oriental y la occidental, con la necesidad de crear un elemento gráfico flexible y adecuado para la difusión masiva en pleno siglo XXI.

El logo

El logotipo en cuestión puede verse, entre otros muchos lugares, en la web del Jubileo (www.iubilaeummisericordiae.va), donde encontramos las diferentes versiones, una breve explicación iconográfica y un video con una muy esclarecedora entrevista al autor.[6]

cq5dam.web_.1280.1280Consiste[7] en un óvalo vertical con un lema en el margen izquierdo, que se lee de abajo a arriba. Existen diversas versiones en la web en las que cambia el idioma del lema.

En el dibujo, dentro del óvalo, aparece la figura de Cristo llevando un hombre a su espalda. Fácilmente pensamos en la figura del samaritano si bien el propio Rupnik nos explica que realmente se trata de Adán siendo llevado por Cristo, el Buen Pastor, en una representación que nos recuerda a numerosas pinturas de Cristo con un cordero en la espalda. El trazo del dibujo es simple, muy propio de las obras de Rupnik, conocido por sus mosaicos, y que nos recuerda la pintura medieval o los iconos orientales. La propia forma ovalada no es sino una mandorla, muy característica del románico, por ejemplo. Al observarla y al ver el rostro de los dos personajes, con su penetrante mirada, es difícil no recordar, por ejemplo, murales tan conocidos como el Pantocrátor de Sant Vicenç de Taüll, del románico catalán y que podemos ver en el Museu Nacional d’Art de Catalunya en Barcelona.

Llama la atención que los rostros de los dos personajes parecen fundirse. El de Adán aparece recostado sobre el hombro de Cristo, descansando. Sin embargo, comparten ambos un mismo ojo. En la entrevista a la que nos hemos referido, Rupnik lo explica con sencillez: la cercanía del hombre a Cristo le permite ver con sus mismos ojos el misterio de Dios. Lo inalcanzable del Padre, aquello que no podemos llegar a  entender, lo conocemos a través del propio Cristo. Subyace a ello el propio misterio de la Encarnación, la humanización de Cristo que acabará conllevando la divinización del hombre. También ello reporta al hombre una nueva luz para su propia comprensión, es decir, a través de Cristo el hombre puede comprenderse a sí mismo, aquello que realmente somos.

Los colores

La sencillez del dibujo otorga a los colores una especial relevancia. El color de Cristo es el blanco, el color del Espíritu Santo, nos dice el autor. Remarquemos que la figura es de Cristo glorificado, pues podemos observar en él las cicatrices en pies y manos. La blancura nos remite también a la luz de Cristo, mientras que el color rojo es el de la sangre y la vida.

En lo que a la túnica de Adán se refiere, esta aparece de color amarillento anaranjado, algunos entienden que es un color dorado y que representa la redención del hombre por el nuevo Adán que es Jesús. El autor, sin embargo, en el video nos indica que el color es una mezcla de verde, que representa al hombre como creatura, y del dorado propio de Dios, con lo que da un color amarillento que viene a simbolizar esa redención de la humanidad.

Donde se da una curiosa discrepancia en los diferentes comentarios que hemos leido es en las tres franjas de la mandorla del fondo. El significado que encontramos en la página del Jubileo es que representan la salida de la oscuridad y las tinieblas gracias a la luz de Cristo. Nos dice concretamente que representan “el movimiento de Cristo que saca al hombre fuera de la noche del pecado y de la muerte”. Sin embargo, añade a continuación que “la profundidad del color más oscuro sugiere también el carácter inescrutable del amor del Padre que todo lo perdona”.

Rupnik, por su parte, nos ofrece una explicación diferente. Para el autor, las bandas simbolizan lo impenetrable del misterio de Dios, de ahí que a medida que nos acercamos al centro, el color se vuelva más oscuro e impenetrable. Nos encontraríamos ante una visión apofática de la reflexión sobre Dios, que de alguna manera contrasta con la luz que Cristo aporta a la humanidad. Luz que sin duda esclarece pero que no nos permite llegar hasta el Padre de forma directa, sino siempre a través del Hijo.

El mensaje

Ya hemos dicho que un logo suele ser un elemento gráfico relativamente simple que tiene la pretensión de transmitir un mensaje o identificar una marca con cierta inmediatez. En nuestro caso, el logo simboliza el Jubileo de la Misericordia y en una primera percepción fácilmente se identifica la figura de Cristo llevando a sus espaldas a un hombre. Resulta evidente el valor simbólico del dibujo pues en ningún pasaje del Evangelio Jesús realiza una acción así. La imagen que posiblemente vendrá a la mayoría es el del buen samaritano de la parábola de Lucas (10, 25-37). También nos remite al evangelio lucano el lema del logotipo: “Sed misericordiosos como el Padre” (cfr. Lc 6, 36).

En todo caso, no podemos perder de vista la centralidad de Jesús en el logo. Se nos presenta llevando a Adán, como Buen Pastor que es. Aparece manifiesto el misterio de la redención, al llevar Jesús en su espalda, no la cruz de su pasión, sino a la humanidad entera, simbolizada por un Adán en el que, en el dorado de su túnica, se percibe ya el rastro de la gloria divina. Las llagas de Cristo confirman que el misterio se ha cumplido: con la sola muerte de un hombre inocente se ha vencido el pecado que se inició en aquel Edén casi olvidado.

Pero no todo ha concluido. Jesús ha sido glorificado y quien es capaz de seguirle y fundir su rostro con el rostro misericordioso del Hijo, es conocedor también de su mandato: ser misericordiosos como el Padre. Misión que a la mayoría se nos antojará imposible. No olvidemos que esta frase es pronunciada por Jesús tras advertirnos que debemos amar a nuestros enemigos y nunca esperar nada a cambio. Una actitud heroica, inalcanzable, pero que no debe llevarnos a la desesperación, pues viajamos -como Adán- a los hombros de Cristo.

El simbolismo

Ya hemos explicado como existe en el logotipo una gran carga simbólica. Tanto por parte del propio autor como en numerosas páginas web encontramos explicaciones sobre ello: los colores, la disposición de los personajes, las formas etc. esta carga simbólica parece otorgar al logo una inusual complejidad. ¿No habíamos dicho que el logotipo era un elemento gráfico que busca conectar con facilidad con el que lo visualiza? Sin duda, el logotipo que tratamos tiene un mayor nivel de exigencia respecto a otros más sencillos. Busca llegar al espectador pero también incitarlo a buscar, a bucear en los significados más recónditos. No es casual que en la propia web del Jubileo que ya hemos citado, aparezca el logo con una explicación de su simbología e incluso con una entrevista en video de su autor. El mensaje está ahí, como vemos. Pero también, en este caso, el medio forma parte del mensaje.

En el video, el propio Rupnik nos indica el sentido de buscar un simbolismo incluso arcaico, rescatando formas propias de la simbología cristiana del Medioevo e incluso anterior. Para él, esta propuesta obedece a un cambio importante que podríamos definir como un cambio de paradigma cultural. Acaba la Modernidad con su sentido crítico y racionalista, se abre ahora una etapa postmoderna que el artista califica como un tiempo orgánico en el que la prioridad ya no es tanto la razón como la vida misma. Se trata de una etapa que deja ya de venerar la racionalidad técnica y es mucho más dada a la simbología y a la metáfora. De alguna manera recuerdan las palabras de Rupnik aquella frase de Rahner de que en el siglo XXI el cristiano será místico o no será.

No es ajena a ese cambio de paradigma el uso de algo en principio tan efímero como un logo. El fin de la Modernidad ha sido también el fin de los grandes discursos e ideologías, la puesta en duda de la racionalidad y de los postulados universales a favor de los particularismos, el relativismo y lo que se ha venido a denominar el pensamiento débil. De alguna manera, pues, el logotipo o el folleto publicitario se sitúan en esta línea de lo efímero, de lo que demanda un cambio constante, frente a las grandes obras de arte de antaño, realizadas para perdurar siglos y siglos.

Alguien puede pensar que hay algo de irreverente en ello. Degradar una imagen de Cristo al nivel del logotipo comercial, del grafismo publicitario, es un derroche de talento e incluso una acción ofensiva. Pero no tiene por qué ser así. Esa imagen de Rupnik es posible que caiga en el olvido en unos años y que pase a ser un recuerdo remoto para muchos. Tal vez, una imagen recordada por unos pocos, codiciada por los coleccionistas o por los admiradores del artista. Es posible que no se reedite ni se reproduzca en imágenes como los “Cristos” de los grandes pintores. Pero habrá cumplido su función. Habrá sido admirada y habrá llamado la atención de muchos. Y en otros, tal vez menos, habrá sido objeto de contemplación y reflexión.

No es absurdo ver en ello, como ya apuntábamos al principio, un cierto paralelismo con la propia Encarnación, con la presencia de ese Cristo humano en la historia, en un momento concreto, significativamente corto de tiempo, pero en el que se cambió para siempre el rumbo de la humanidad. Como el Cristo terreno, el logotipo de Rupnik habrá pasado desapercibido para muchos, pero para otros habrá supuesto, junto a la vivencia de este jubileo, una experiencia transformadora. Es posible que en un tiempo sea difícil ver ese logo, pero seguiremos viendo esa simbología en otras partes, en otras obras, antiguas y modernas. Algo seguirá permaneciendo ahí, en esa nueva era postmoderna en la que buscamos más allá de la mera apariencia de las cosas. Y en algún momento recordaremos esa imagen en la que conseguimos mirar el mundo y a nosotros mismos con los ojos de Cristo.

Hacia la periferia

Acabamos mencionando un segundo aspecto importante del logo respecto a otras formas de arte. Decíamos al principio que mientras la obra artística convencional tiene su propio público, que la busca y se recrea en su admiración, el logo tiene un componente más activo. El logotipo está pensado no para colgarse en un museo, sino para ser difundido por doquier, para que nos lo encontremos en todas partes, en carteles, llaveros, objetos decorativos, etc.

El logo busca a su destinatario, sale de su zona de confort y se arriesga a mostrarse incluso a aquellos que pueden rechazarlo, que no entenderán su mensaje. Una vez más, la actualidad del mensaje la encontramos también en el propio medio: al igual que Cristo sale de ese centro oscuro para traernos la luz, tenemos nosotros que salir hacia los lugares más recónditos a presentar esa luz de Cristo a los demás.

Creo que es pertinente acabar este trabajo citando la Evangelii Gaudium, cita en la que se comprenderá perfectamente esa necesidad de difundir en Evangelio en lo cotidiano, en lo común, para llegar así a todos los hombres:

(…) todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (EG 20)

 

 

[1] En muchos casos es así, aunque inicialmente no se plantearan como obra artística. Algunos ejemplos de ellos pueden verse en https://design.tutsplus.com/articles/20-weird-logos-that-work-and-why-they-do–vector-1184 (consultado el 11 de mayo de 2017).

[2] Cfr. Jacob Cass «What makes a good logo?» en  http://justcreative.com/2009/07/27/what-makes-a-good-logo/ (consultado el 11 de mayo de 2017).

[3] Vid. Laudato Si, núms. 20 y ss. (http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html -consultado el 15 de mayo de 2017-)

[4] Vid http://www.centroaletti.com/spa/persone/02.htm (consultado el 18 de mayo de 2017)

[5] Vid. http://www.centroaletti.com/spa/persone/centro.htm (consultado el 18 de mayo de 2017).

[6] Vid. http://www.iubilaeummisericordiae.va/content/gdm/es/giubileo/logo.html (consultado el 25 de mayo de 2017)

[7] En la propia web del Jubileo así como en otras, se pueden encontrar diversas explicaciones acerca del significado de los diferentes elementos del logo.

En este caso, además de la web oficial, donde además encontramos una iluminadora entrevista al autor  (http://www.iubilaeummisericordiae.va/content/gdm/es/giubileo/logo.html), hemos consultado también http://catholic-link.com/2016/01/23/explicacion-logo-ano-misericordia/ (25 mayo 2017)