En 2017 se cumplirán cinco siglos de la Reforma protestante. Fue en 1517 cuando Lutero hizo públicas sus noventa y cinco tesis contra las indulgencias y se inició, así, un proceso que ha conllevado guerras, divisiones y enfrentamientos de toda índole. Con motivo de este aniversario, Sal Terrae ha tenido la genialidad de publicar una nueva obra del infatigable cardenal Kasper titulada Martín Lutero. Una perspectiva ecuménica. Este librito de apenas 95 páginas, y que se lee de un tirón, proviene de una conferencia que el cardenal pronunció el pasado mes de enero en la Universidad Humboldt de Berlín, y que ha sido debidamente ampliada y revisada por su autor.
Como indica el título de la obra, no se trata de una biografía del reformador alemán, sino más bien de una reubicación de su figura, tanto desde la perspectiva histórica como actual, siguiendo la clave ecuménica que ya manifiesta en el título. No se trata pues de un escrito hagiográfico ni de mitificar la figura de Lutero como abanderado del ecumenismo, cuando Lutero ni fue defensor de este ni el ecumenismo –como lo entendemos hoy- existía en aquella época. Naturalmente, tampoco se trata de seguir una tradición, hoy afortunadamente ya relegada, de demonizar al reformador teutón.
La pretensión de Kasper va por otros derroteros. En primer lugar, esboza el panorama histórico en el que se fraguó la Reforma, un paisaje convulso por unas dinámicas de cambio que se remontan a mucho antes de la controversia de Lutero -“toda la historia medieval es una historia de reformas” (pág. 48)-, siendo así que tampoco el alemán puede ser considerado como el factor único de los acontecimientos que se irán sucediendo. Por otra parte, sería injusto también ver en la figura del reformador al único culpable de la división de la Iglesia, pues esa separación ni fue algo querido por él ni fue ajeno a ella la intransigencia y la poca disposición al cambio de la jerarquía eclesial del momento. En este sentido, Kasper se reafirma en la expresión de W. Panenberg de que la creación de la Iglesia luterana no representa el éxito, sino el fracaso de la reforma (pág. 33).
Siendo esto así, se pregunta el cardenal en qué puede la figura de Lutero contribuir al ecumenismo en pleno siglo XXI. Reflexiona, en este sentido, sobre los diferentes esfuerzos que se han hecho por ambas partes en los últimos cincuenta años, si bien con avances poco destacados. Todos estamos de acuerdo en que queremos la unidad, afirma el cardenal, pero no en qué consiste la unidad. Y ello con el hándicap actual de tener que enfrentarse a lo que denomina el ecumenismo secular, esta singular ideología ecléctica global que persigue, entre otras cosas, expulsar el cristianismo de la esfera pública (pág. 60).
Por tanto, hay acuerdo en la unidad y hay motivos para unir las fuerzas en un frente común contra el laicismo militante. No obstante, falta un tercer punto de apoyo para sustentar esa perspectiva ecuménica, punto que Kasper apunta en la parte final del libro: la más importante contribución de Martín Lutero al avance del ecumenismo radica en su “originaria concentración en el evangelio de la gracia y la misericordia de Dios y en el llamamiento a la conversión” (pág. 73).
Este aspecto, sin duda, puede ser el nexo a partir del cual se pueda proseguir el camino hacia la unidad que se inició décadas atrás. Camino largo que no implica que se vislumbre aun la meta. El autor es consciente de ello, y sobre todo es consciente de que el ecumenismo no puede forzarse ni puede ser algo “hecho” por los hombres: “La unidad –dirá- es un don del santo Espíritu de Dios. No debemos infravalorar el poder de este ni tirar la toalla apresuradamente ni renunciar a la esperanza antes de tiempo” (pág. 75).
El año que viene será un momento importante para promover la reflexión y la oración sobre este objetivo. Y, sin dudarlo, este verano puede ser el momento adecuado para prepararnos, siendo la lectura del libro de Kasper un punto de partida inmejorable.
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