Comienza el verano con sus operaciones salida, bikini y, por encima de todas, la de elaborar la lista de los libros de lectura para las vacaciones. de ahí que me tomo la libertad de sugerir a los lectores de Siguiendo a Flambeau un título que no les decepcionará. Se trata de Moralidad, de Jonathan Sacks , editado en España por Nagrela Editores en 2021.

La tesis principal del libro con la que abre sus páginas es que una sociedad libre es, ante todo, un logro moral y, por tanto, si en esa sociedad decae la moral, como está ocurriendo a su juicio hoy en Occidente, la libertad peligra. Una sociedad libre, advierte el autor, solo puede contruirse a partir del esfuerzo de personas virtuosas y la virtud implica la necesidad de un orden moral objetivo, algo que hoy, explícita o implícitamente, muchos niegan.
Jonathan Sacks, que murió en 2020 a los 72 años, pocos meses después de publicar este libro, era un rabino ortodoxo judío que fue durante años el Gran Rabino de las Congregaciones Hebreas Unidas del Commonwealth y un personaje muy conocido públicamente por sus intervenciones en la BBC y en la prensa británica.
Lejos de cualquier intento apologético, Sacks realiza una ingeniosa crítica a la actual sociedad en la que percibe, en el discurso público, un claro desplazamiento del «nosotros» al «yo», lo que conlleva el riesgo de una fractura social al no existir ya una idea de bien común, dejando con ello la puerta abierta al populismo en sus distintas versiones. Un diagnóstico que, como puede observarse solo con ojear la prensa de estos días, tiene ya hoy poco de predictivo y mucho de descriptivo. Cuando las cosas van mal, el tiempo vuela.
Aunque analiza históricamente los orígenes de este cambio social a lo largo de la Modernidad, arguye Sacks que el punto de arranque definitivo en esa evolución se dio en el último tercio del siglo pasado a través de lo que él denomina las tres grandes revoluciones: la revolución liberal-sexual de los años 60, la revolución económica de los 80 y la revolución tecnológica de los 90. Todo ello ha desembocado en la situación actual en la que prima el individualismo y la ausencia de lazos sociales comunes, que son sustituidos por otros vínculos identitarios que toman como referente la etnia o la orientación sexual, con lo que son vínculos que separan en lugar de unir.
Ataca con fuerza el emotivismo y el victimismo actuales y rechaza lo que denomina la cultura de la venganza que domina hoy sobre todo en las redes sociales, en las que cualquiera puede ser atacado por sus opiniones o por algo que supuestamente hizo, sin capacidad de replica o defensa alguna: sencillamente es «cancelado». Como advierte en una de sus páginas, el sufrimiento de las personas es algo universal e inevitable, pero tras ese sufrimiento, el hecho de sobreponerse o de decidir decidir ser una víctima es algo opcional, algo que cada uno puede elegir.
Esa tendencia actual a aparecer como víctimas de algo, provoca que el discurso político actual ya no se base tanto en defender que cada persona pueda tener el derecho a desarrollar su propio plan de vida, sino en la reivindicación del reconocimiento público de un grupo como marginal o históricamente oprimido. El objetivo de la política no es conseguir una justa distribución de los recursos, sino la obtención de la autoestima por parte de determinados colectivos y la señalización de los culpables de su situación.

Sacks argumenta como un laico sin dejar de lado las raices bíblicas de su fe y defiende, por ello, una moral de tradición judeocristiana para hacer frente tanto a los problemas que señala como al riesgo que suponen determinadas recetas hobbesianas que surgen como reacción ante esta situación. La propuesta del rabino no es otra que recuperar la idea bíblica de alianza, en la que cabe un contrato social renovado que no prescinde de un ideal moral objetivo que sirva de brújula a toda la comunidad.
El libro de Sacks no tiene desperdicio en ninguna de sus páginas. Se lee bien, incluso en el original inglés si alguien se atreve. Sus numerosos ejemplos atinan perfectamente en todas y cada una de sus críticas y al lector español posiblemente le resulte más cercano que otros libros similares de autores americanos, cuyos problemas no siempre tienen un claro paralelismo con lo que vivimos en Europa. Un libro para leer inexcusablemente este verano y para tener a mano el resto del año.
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